domingo, 3 de septiembre de 2023

Pajarito y el mundo.

20:10:00 3 Comments

 


Pajarito y el mundo.


 

Un soplo de aire empujaba las alas de Pajarito, animándole a que las abriera y echara a volar. Sin embargo, en su interior una voz le decía: “no abras las alas” … “te vas a caer, no lo hagas.”


— No puedes huir de la llamada del viento—dijo su mamá al ver como temblaba. —Esto es lo que eres en realidad. Los pájaros hemos nacido para volar.


— ¿Y si me hago daño? ¿o me atrapan? —le preguntó. — ¿No te sentirías mal si algo malo me pasa?


— Nada malo va a pasarte si solo confías en las aves—respondió juntando la cabeza con la del pequeño. — Tienes que aprender a defenderte. Yo no voy a estar ahí siempre.


Entonces su mamá alzó las alas y echó a volar, alejándose a toda velocidad.


— ¡Mamá, mamá! —gritó, pero ella ya no podía escucharlo. Se había perdido entre los árboles del prado.


— ¿Y ahora qué hago?


Pajarito estaba completamente solo en ese viejo árbol. Ya no quedaba comida y tampoco estaba su mamá.


— Seguro que pronto algo malo me va a pasar.


—…Vuela—dijo el viento con un silbido.


El pequeño se tapó los oídos e intentó no hacerle caso, pero este siguió insistiendo: — El mundo está lleno de cosas maravillosas que ver. Si te quedas aquí te las vas a perder.


— ¿Cómo cuáles? —preguntó sin querer prestarle atención.


— Como el amanecer en las montañas o los delfines que nadan en el mar, ¡hay tantos lugares que podrías visitar!


Pajarito siguió buscando excusas para no volar y entonces miro al cielo. Un buitre se movía en círculos por encima de su cabeza. Como si quisiera bajar, pero aún no se atreviera.


— Mamá dijo que podía confiar en las aves, ¿no?


Sin embargo, el buitre no tenía buenas intenciones y Pajarito podía sentirlo.


Decidido a no convertirse en su aperitivo, el pequeño extendió sus alas y contó hasta tres.


— 1,…


— 2,…


— Y….


Impaciente, el viento lanzó una ráfaga de aire, haciendo que el pequeño perdiera el equilibrio y se precipitara al vacío.


— ¡Como mola! —exclamó al abrir las alas y alzarse sano y salvo hasta más arriba de la copa del árbol. —¿De qué tenía tanto miedo?


El buitre se marchó decepcionado, al ver que ya no podría atraparlo y Pajarito se apresuró en alejarse del carroñero.


Al cabo de un rato, aterrizó cerca de un riachuelo. Usando su pico, escarbó en la tierra buscando algún insecto que se pudiera comer.


— Los más jugosos siempre están debajo de las piedras grandes. —pensó.


Pero él era demasiado pequeño y aunque lo intentó, no pudo moverlas ni siquiera un centímetro, ni si siquiera dos.


Las lágrimas empezaron a brotar sin control. —¿Por qué me has dejado solo mamá?


Pajarito no se había dado cuenta, pero sus sollozos habían llamado la atención de un viejo lobo.


—¿Necesitas ayuda?


El lobo se acercó al pequeño con cautela y justo cuando estaba a su lado, justo cuando Pajarito pensaba que el feroz animal se lo zamparía de un solo bocado, desvió la cabeza y empujó la roca que había a su lado.


—¡Menudo festín te vas a pegar! —exclamó el lobo al ver tantas especies de insectos diferentes.


— ¡Corre, comételos ya! ¡se te van a escapar!


Los ojos del pequeño, bailaban entre el festín de gusanos y los colmillos de ese lobo con pelo gris. 


— Si tu no los quieres, me los como yo— afirmo con un guiño. — Tengo un hambre feroz.


Pajarito no sabía por qué, pero había algo en la mirada del lobo, que lo hizo confiar en él.


  Así me gusta. —dijo el lobo al verlo comer. — El mundo es un lugar peligroso. Necesitas alimentarte para estar fuerte y defenderte.


— ¿Entonces el viento me mintió? —preguntó al tragar el último bocado. — Me aseguró que era un lugar maravilloso. 


— ¡Es que puede ser ambas cosas y aún más! —respondió el lobo.


Su pelo gris no era muy frondoso y a través de él, podían distinguirse varias cicatrices. Ese lobo no solo había visto el mundo, lo había vivido.


 — Puede ser maravilloso, peligroso, inquietante, sorprendente. —continuó hablando. — Predecible e impredecible. Nada parece lo que es y a la vez, todo lo es.


Pajarito no había entendido todo lo que le dijo. Sin embargo, por primera vez, quería hacerlo. Quería conocer el mundo, entenderlo y aprender.


— ¿Sería eso lo que su mamá quería para el?—se preguntó. — Si sigo volando, quizás algún día la encuentre y pueda preguntárselo.


A la mañana siguiente, Pajarito se despidió del lobo y volvió a emprender el vuelo. Aunque esta vez, lo hizo con menos miedo.


Rocío Cumplido González.






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domingo, 4 de septiembre de 2022

Bonita. Capítulo 2

21:03:00 0 Comments

(cc)2022 Rocío Cumplido González #relatojuvenil #relatocapitulos #cuento #hadas


Bonita


Capítulo 2


— Ni una luciérnaga a la vista—pensó Nia al sacudirse las manchas de tierra de las piernas. Aunque la peor parte, se la habían llevado sus brazos. Las hojas de suculenta le provocaron alergia y como no había parado de rascarse, ahora estaba llena de arañazos.  

  

¿Cómo voy a explicarle esto a Jana? —dijo sin alzar demasiado la voz. No estaba segura de que las personas altas, se hubieran ido a la cama. Además, hablar sola es algo muy raro, pero por algún motivo no podía evitarlo.


 Aunque no le apetecía volver a su refugio, Nia alzó el vuelo y se alejó de la casa, siguiendo el camino de sombras que formaban los edificios.


—Mañana lo volveré a intentar—pensó. Era la quinta noche seguida que había ido hasta allí, para escuchar al hombre alto y mayor contar ese cuento. Pero siempre pasaba algo: o la niña se quedaba dormida o la madre les interrumpía.


— ¡Aún no he podido escuchar el final! —se quejaba al girar en la esquina de la librería “Entre borrones y líneas”. Y era verdad. Cada vez que el buen hombre llegaba a la frase. “La niña se quedó sola, llorando desconsolada, parecía que las lágrimas no se acababan”, tenía que parar. Nia intuía que ahí, era cuando el cuento iba a peor. Más cosas malas tenían que pasar antes del final. No obstante, estaba segura de que la historia tendría un final feliz. Todas lo tienen, ¿verdad?


Como aún no estaba preparada para entrar, aterrizó entre las ramas del naranjo que había plantado frente al refugio. Así lo llamaban Nia y los suyos. Y sin duda, para ellos era el escondite perfecto. ¿Una casa en ruinas y abandonada, en la que todo el mundo siente un escalofrío solo al pasar caminando? ¿Qué mejor lugar para ocultar a una tribu de hadas, mientras esperan para volver a su verdadero hogar? Y que justo enfrente estuviera la residencia de ancianos, también ayudaba. A los residentes les encantaba contar anécdotas sobre la casa donde a veces, en mitad de la noche, se veían luces y escuchaban voces.


— Cuando tenía siete años—contaba un hombre de más de setenta, — mis amigos me retaron a entrar en la casa. Tenía que aguantar cinco minutos enteros y salir de allí sin llorar y con un suvenir. No pude hacer ninguna de las dos cosas. Me adentré todo lo que pude. Llegué hasta el gran salón y entonces lo vi. Era solo un juguete, muy pequeño, como esos antiguos soldaditos de plástico. Pero justo cuando iba a cogerlo, se iluminó como una bengala y salió volando. Era lo más bonito y aterrador que había visto nunca. Entre sollozos se lo conté a mis amigos, pero estos no me creyeron y aún hoy día, me siguen llamando “el niño que salió corriendo”.


Sin embargo, no todos en la residencia parecían creerse esas historias. Sobre todo, Doña Adela. Una residente que estaba dispuesta a demostrar que todos esos disparates que contaban los demás, tenían una explicación científica y muy “normal”.


— No descansaré hasta descubrir la verdad—solía decir.


Esa era otra de las razones, por las que Nia se escondía entre las ramas del árbol. Para asegurarse que Doña Claudia no estaba haciendo guardia desde la ventana de su habitación, observando la casa a través de sus prismáticos. Pero el verdadero motivo, era que aún tenía que pensar, que le iba a contar a los demás.


Una cosa estaba clara. De una forma u otra tenía que decir la verdad. Las hadas no pueden mentir. Si un hada miente, al poco tiempo, esa hada muere.


Nia no esperó más. Alzó sus alas color violeta y entró en la casa a través de una de las grietas de la pared.


Como imaginaba, Jana, la líder de la tribu, estaba esperándola. Su mirada decía que quería respuestas y Nia sabía que no se conformaría con cualquiera.


 

Continuará

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sábado, 16 de julio de 2022

Bonita. Capítulo 1

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(cc)2022 Rocío Cumplido González #relatojuvenil #relatocapitulos #cuento #SindromeDown


Bonita


Capítulo 1


Clara cerró los ojos apenas un segundo después de verla y, aunque estaba segura de que la estrella fugaz ya se había desintegrado, pidió su deseo igualmente.


— Sí, lo sé, es el mismo de siempre—dijo usando solo su pensamiento. Tenía diez años y medio, pero aún creía en que las estrellas, con su magia, podrían leerlo.


— Un euro por tus pensamientos—dijo su abuelo apartándose del telescopio.


El la miró a través de sus ojos castaños, los mismos que ella había heredado y probablemente, la única parte de su cara que de verdad le gustaba.


— ¿Y por qué no un billete de diez? — Intentaba escabullirse y no responder. — ¡Con un euro no tengo ni para una bolsa grande de chucherías!


Ambos rieron un rato e incluso, regatearon el precio de aquel preciado deseo.


— ¿Y si te doy tres? —ofreció sacando del bolsillo su monedero.


— Sube hasta ocho euros y ya veremos— contraatacó Clara, esforzándose por no saltarse alguna palabra al hablar.


— Cinco y ni uno más.


— Siete y cincuenta, mis deseos no están en oferta.


Y así siguieron un rato, riendo a veces en un tono quizás, demasiado alto.


— ¿Se puede saber que hacéis aquí arriba a estas horas?


La madre de Clara estaba junto a la entrada a la azotea, con los brazos en jarra y esa expresión en su cara que decía: “vais a tener problemas.”


— Mañana es el primer día de colegio y deberías llevar horas durmiendo.


— Y lo ha hecho. —respondió el hombre como si aquello fuera lo más normal. — Un poco, antes de que yo la despertara para subir.


Clara lo miró de reojo. —Eso no ayuda—susurró. Pero él seguía con su sonrisa inocente que, como por arte de magia, conseguía difuminar las arrugas de su cara. — La Luna está llena, con Júpiter y Saturno alineados a su derecha. Andrea, ¿cómo iba a dejar que se lo perdiera?


No obstante, Andrea ya no era una niña impresionable y los trucos de su padre, no surtían el efecto de antes.


— A la cama Clara, que no tenga que volver a repetirlo.


Clara sabía que tenía que hacerle caso, antes de que a su abuelo se le ocurriese otra de sus ingeniosas respuestas. Pero entonces, se acordó de algo.


— ¡El abuelo aún no me ha contado el cuento del hada y la bruja!


En ese momento, las hojas de suculentas se movieron con brusquedad. Había algo dentro de la maceta, sin embargo, ninguno de los tres se dio cuenta. Al menos, no esa noche.


— ¡Es verdad! —exclamó el hombre. — Y tengo que hacerlo esta noche, porque mañana se hará mayor y no querrá escuchar las historias absurdas de este pobre, viejo senil.


—Ya empezamos—resopló la mujer, pidiendo al cielo paciencia. Sabía perfectamente lo que venía a después.


— ¡No digas eso! —dijo Clara cayendo en la trampa. No le gustaba nada que hablara así. — No eres viejo y siempre querré escuchar tus cuentos.


— Ojalá pudiera creerte— respondió sacando un pañuelo. Si iba a meterse en el papel, tenía que hacerlo bien. — Mañana empiezas sexto, verás a tus amigos y te olvidarás de mí.


— ¡No es verdad! Clara estaba a punto de llorar; pero al contrario que su abuelo, ella lo Iba a hacerlo de verdad.


— Y el año que viene…—continuó, —cuando estés en el instituto, te olvidarás por completo de mí y…


 — ¡Basta ya!


Clara nunca había visto a su madre tan enfadada. Bueno últimamente sí. Siempre que su abuelo mencionaba la palabra “Instituto”.


—He dicho que te vayas a la cama Clara. No es momento para cuentos de hadas.


 Al pasar al lado de su madre, Clara acarició su mano como diciendo: “no te enfades tanto”. Sin embargo, su madre no le devolvió la caricia. Tenía los ojos fijos en su padre e intentaba al mismo tiempo, retener las lágrimas de frustración, hasta que se aseguró de que su hija bajaba las escaleras y se iba a su habitación.


— ¿Cuántas veces tengo que pedirte que no menciones el tema del instituto delante de la niña? Aun no he decidido lo que hará el año que viene.


— Pregúntale a ella entonces. —le pidió. — ¡Tiene casi once años por el amor de Dios!  ¡Ya es mayor para tomar esa decisión!


— Clara tiene Síndrome de Down. —dijo la mujer, como si esa afirmación fuera suficiente. — El mundo real es diferente para ella. No se le pueden aplicar las mismas reglas.


El hombre no dijo nada más. No era la primera, ni segunda, ni tercera vez, que tenían la misma discusión y estaba seguro, que pasaría por la misma situación unas cien veces más, antes de que llegase el momento de la decisión final. ¿Instituto o colegio especial?


Pero hoy ya estaba demasiado cansado y bajo las escaleras para irse a su cuarto. Aunque antes de entrar al pasillo, levanto la vista hasta el final de la escalera para mirar a su única hija y le dijo: — siempre es un buen momento para contar un cuento.

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Continuará

 

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domingo, 18 de julio de 2021

El árbol mágico bajo el puente encantado

21:38:00 1 Comments


(cc) 2021 Rocío Cumplido. #cuentoinfantil #PalmadelRío


 El árbol mágico, bajo el puente encantado.


Érase una vez, en un verano que acababa de comenzar, un niño llamado Samuel que no quería llegar a su hogar.


 Las clases habían terminado y sus papás estaban deseando ver las notas que había sacado.


Quizás por eso pasó lo que pasó y sin saber muy bien cómo, ni porqué, Samuel cogió otro camino y se desvió.


— ¿Cómo he llegado hasta aquí? —se preguntó.


Sin darse cuenta, había dejado atrás la acera y ahora estaba pisando un camino de tierra.


Ese camino estaba y aún está, a los pies del viejo puente del pueblo. Uno que ya nadie usa, porque hace años construyeron un puente nuevo. Uno más bonito, seguro y moderno.


— ¡Que torpe soy! —se regañó él solito.


Y entonces, cuando estaba apunto de irse, algo sin importancia pasó. El viento sopló.


No formó ningún torbellino y tampoco sopló tan fuerte. Lo que sí hizo, fue mover las ramas de un árbol que había bajo del puente.


— ¡Agárrate fuerte Marlín! —oyó gritar.


— ¡No podré aguantar mucho más Marlok! — escuchó decir a alguien más— ¡Me voy a resbalar!


Samuel fue corriendo para ayudar; pero al girar y entrar bajo el arco de piedra, no vio a nadie colgado de las ramas del árbol y tampoco estaba gritando.


Sin embargo, sí escucho a alguien murmullar.


— Aguanta un poco y no grites más. Si ese niño te oye nos descubrirá.


 Marlín lo intentó; pero a pesar de su diminuto tamaño, pesaba demasiado para la ramita de la que se estaba sosteniendo y al final esta se acabó partiendo.


Afortunadamente, Samuel llegó a tiempo y lo cogió entre sus manos antes de que cayera al suelo.


********


Ninguno de los dos podía creerse lo que estaba viendo. Para Marlín, esa era la primera vez que estaba tan cerca de un niño humano y para Samuel igual. Nunca antes había visto a un duende, uno de verdad. Pensaba que eran cosas de cuentos y no existían en el mundo real.


Los duendes que tenían el poder de saber si alguien era bueno o malo con solo mirarlo, supieron al instante que aquel niño era bueno y decidieron confiarle su secreto.


— Somos duendes cultivadores —confesó Marlok. — Cultivamos en este árbol mágico, los sueños y deseos de las personas que caminan por el puente.


Cuando están listos para salir del cascarón, ellos solitos salen volando y van en busca de quienes los han deseado. Si esa persona está dispuesta a esforzarse, el deseo se hará realidad y si no, al poco tiempo se esfumará.


— ¿Cómo mariposas mágicas? — preguntó el niño acercándose para verlos mejor.


— O como tú quieras que sean. — respondió Marlín. — A veces son mariposas; pero otras han sido luciérnagas. Depende del humano que las vea.


Samuel se sintió intrigado y se acercó más al árbol mágico. Entonces descubrió que no había tantos deseos como había imaginado.


  Ya apenas nadie camina por el puente— dijo Marlín que había leído sus pensamientos, — y los pocos que lo hacen no piden deseos. Han dejado de creer que pueden cumplir sus sueños.


Yo podría pedir varios deseos —aseguró Samuel.


Y de repente, se le ocurrió una gran idea para resolver su problema.


Voy a desear no haber suspendido. Así no tendré que repetir curso y perder a mis amigos.


Con una sonrisa como la de su papá, el duende Marlín subió hasta el hombro del niño para decirle algo al oído.


No puedes cambiar lo que ya ha pasado; pero sí puedes desear hacerlo mejor el próximo año. Si te esfuerzas lo conseguirás y si tus amigos son de verdad, nunca te abandonarán.


Samuel entendió entonces cómo funcionaba en realidad el árbol mágico. Subió las escaleras del puente viejo y pidió más de un deseo:


Deseo que mis papás no se enfaden conmigo cuando les diga que he suspendido, que mis amigos siempre quieran jugar conmigo y que muchas personas vengan andando al puente viejo. ¡Deseo que pidan miles de millones de deseos!


De camino a casa, Samuel pensó en cómo ayudarlos cuando salieran del cascarón:


Sería sincero con sus papás y el curso siguiente se esforzaría más. Sus amigos siempre podrán contar con él y ellos nunca le abandonarán.


Por último, le dirá a todo el mundo que el puente viejo está encantado y que cumple los deseos de quienes pasan caminando. Seguro que irán corriendo y se lo contarán a muchas personas más. ¡Malín y Marlok no pararán de trabajar!


Y así fue, al poco tiempo el árbol mágico se llenó de deseos y en el cielo aparecieron cientos de luciérnagas y mariposas que volaban en busca de sus dueños.


 

Fin.




domingo, 10 de enero de 2021

Mi hermano pequeño el gigante. Segunda parte

21:02:00 0 Comments

 (cc 2021) Rocío Cumplido


Mi hermano pequeño el gigante.



Espero hasta que los ronquidos de mi abuela despiertan al gato, para escaparme por la ventana de mi cuarto.


— ¿Dónde estará?— pienso mientras bajo ayudado por las enormes sabanas de la cuna de Ben. — Espero que no se rompan y me dejen caer.


Y al llegar al suelo, es cuando la veo. Una carta de póker atrapada en una grieta de la pared.


— ¡Eso es!— exclamo al montar en mi bici.


Pedaleo a toda velocidad sin tocar los frenos, ni mirar atrás y cuando paso el viejo puente de hierro es cuando lo veo. “El inesperado circo de Zazel.”


— Ben debe estar ahí, lo sé.


 

No tengo miedo— me digo mientras camino a oscuras entre las carpas. Apenas puedo ver nada.


— No tengo nada de miedo— repito cuando el rugido de un león me hace saltar.


¡De verdad que no tengo nada de miedo!


Pues no lo parece— escucho decir a una niña.


— Deberías haber venido durante el día— repite, — con la luz del sol, este sitio no parece tan aterrador.


— ¿Quién eres tú?— pregunto temblando.


— Eso debería preguntártelo yo a ti— replica. — Tú eres el extraño aquí. Si te atreves ven y acércate, entonces te lo diré.


Sigo la voz hasta que me doy un golpe en la cara contra los barrotes de una jaula.




 

— ¡Ups! Perdona— dice la niña, aunque a la vez se parte de risa. — Deberías haberte dado cuenta, no está tan oscuro como para no verlas.


Ya estoy harto y a punto de decirle algo; pero cuando mis ojos se acostumbran a la oscuridad y la veo, no puedo.


Ella es la niña de la que mis amigos hablan. La que tiene pelo por todo el cuerpo y la cara.


— Soy la niña barbuda— afirma. — Pero cuando el espectáculo termina y decimos adiós, soy solo Eliz, casi una niña del montón.


Torpemente le digo mi nombre y le pregunto por Ben: — Es solo un bebe; pero no es nada difícil de ver.


— ¿Él bebe gigante es tu hermano?


Asiento entusiasmado. Sabía que no me había equivocado.


— ¡Claro que lo he visto!— exclama. — Zazel dijo que lo encontró en la calle perdido y le prometió que el circo será su nuevo hogar, que aquí será feliz y nadie lo tratará mal.


Entonces desvío la mirada, no porque me dé miedo su cara.


— Pero eso no es verdad— me asegura Eliz al cogerme de la mano. — A ninguno nos gusta estar aquí, no es un verdadero hogar.


Puedo ver como sus lágrimas están a punto de escapar.


— Nos pasamos el día encerrados en estas jaulas y solo salimos cuando los espectadores llegan y se abre la carpa. Cuando termina la función volvemos aquí, todos los días son así.


 Le prometo a Eliz que la ayudaré en cuanto encuentre a Ben; pero por algún motivo no me cree.


— Es una promesa de meñique— insisto. —Encontraré a Ben, luego a mis padres y volveremos con ayuda para rescatarte.


Eliz engancha mi meñique con el suyo y me explica donde tiene Zazen atrapado a Ben.


Mientras corro se me ocurre, que quizás no ha sido tan buena idea venir solo.


— ¿Cómo sacaré a Ben, sin que me pille Zazel?


 

**************


 

Al entrar escucho el inconfundible llanto de Ben. — ¡Si, es mi hermanito, es él!


Esta encerrado en una jaula mucho más grande que las demás y ha formado un lago de lágrimas de tanto llorar.


— ¡Ben soy yo!— exclamo; pero no demasiado alto.


— ¿Pa, Papá?


Mi hermano alza la mirada ilusionado.


— No, soy yo, Adán— le corrijo. —Tu hermano mayor.


Enfadado, Ben se da la vuelta tan rápido que forma un tornado, haciendo que me caiga al suelo y me dé un golpazo.


— Tu no hermano— responde. — Adán no quiere Ben.


— ¡Claro que sí!— exclamo y si, esta vez demasiado alto. — Siento mucho lo que dije Ben, es que…, no estoy acostumbrado a ser un hermano mayor, es mi primera vez.


Ahora Ben se gira y me mira.


— Pero con tu ayuda aprenderé. Nuestros papis te quieren mucho y yo también.


— No te dejes engañar— murmura una voz a mi espalda. — Las palabras vacías no engañan.


Al darme la vuelta, me encuentro cara a cara con Zazel. Me agarra de la camiseta y me eleva. No siento el suelo bajo mis pies.


— ¿Contándole mentiras a mi nueva y gran atracción?


Los llantos de Ben se escuchan en toda la ciudad.


— No, no Ben, no me digas que te lo vas a creer.


Zazel tiene un brillo malvado en los ojos.


— Recuerda lo que te dije: las familias  quieren niños normales, no a ti. Tu verdadero hogar está aquí.


— ¡Eso no es verdad!— grito intentando escapar.


— ¿Quieres hacerme creer que él pertenece a tu mundo?— me pregunta riendo. Ese sonido hace que me tiemblen los huesos. — Mírale bien, Él es tan grande como una montaña, mientras que tú…, tú eres como una pequeña araña.


— Puede que Ben sea mucho más alto que yo— admito; — pero es mi hermano pequeño y lo quiero de corazón.


Al fin consigo darle una patada a Zazel y escapar.


— ¡Rompe la jaula hermanito!— grito.




Una vez fuera escalo hasta la espalda de Ben, juntos gateamos tras Zazel y aunque vamos muy rápido, no podemos alcanzarlo. ¡Está a punto de escapar!


Pero entonces…


— ¡Alto, no se mueva!— le ordena un policía atrapándolo. — No volverás a hacer ningún daño.


Al momento aparecen nuestros papás.


— ¡Adán! ¡Ben!— gritan.


Primero me abrazan a mí y juntos abrazamos a Ben. ¡Volvemos a ser una familia otra vez!


***********


Pronto llegan más policías para sacar de las jaulas a todas las criaturas, los niños y niñas. Ahora todos podrán encontrar un nuevo hogar y una familia.


— Has cumplido tu promesa de meñique— dice Eliz sonriendo. — ¡Aunque por los pelos!


— Es cierto— admito riendo.


De repente, las lágrimas que tenía en el rabillo del ojo cayeron.


— ¿Qué pasa?— pregunto.


— Nada es que…— tartamudea, — No creo que ninguna familia vaya a quererme a mí.


— ¡Eso no es verdad!— le aseguro y se me ocurre la mejor idea del mundo.


— Serás mi hermana pequeña— afirmo. — Cuidaré de ti y de Ben. Todo saldrá bien.


— Deberías preguntárselo primero a ellos— dice Eliz señalando a mis papás. — Quizás no me quieran adoptar.


— ¡Por supuesto que querrán— le aseguro. — Tú eso déjamelo a mí. Pa Papá son fáciles de convencer; pero por si acaso, antes cruzaré los dedos y pediré un deseo.


 

Fin.